Un nuevo envoltorio para un viejo problema: ¿verdad o sensacionalismo?
Andrea Pelliccia, BDS Primary Headmistress, nos aporta una serie de reflexiones sobre el rol del educador en estos tiempos veloces de redes sociales y chats. Queremos compartir este artículo audaz, que plantea un debate necesario sobre la importancia de enseñar la diferencia entre lo público, lo privado y lo íntimo.
«Alguien es calumniado en pocos segundos en los medios, una imagen circula por cientos de celulares sin epígrafe ni fuente, una cita es descontextualizada y se puede retransmitir infinitas veces para acomodar relatos en paralelo lejanos al del autor y su circunstancias. Pareciera que la realidad de los multimedios y la descentralización en la generación de la información, ahora en mano de todos, socava nuestra capacidad de discernir verdad de mentira.
¿Será acaso la frontera tan gris, que en un mismo hilo de información, nos pasamos de una a otra como realidades alternas?
Para quienes formamos hoy a las nuevas generaciones de estudiantes, todos ellos nativos de la ubicuidad absoluta en la conectividad y acceso a la información, es un desafío importante que podamos ayudarlos a desarrollar el pensamiento crítico, que puedan partir de la verdad – o no- de las premisas de base para sobre ellas determinar su propio criterio. No hace falta decir que esto es un requisito fundamental para fortalecer cualquier sociedad que elija la democracia como forma de vida y de gobierno.
Las estadísticas, sin embargo, no son optimistas. Según un estudio de ISTE, realizado en escuelas secundarias de Estados Unidos, más del 80’% de los estudiantes encuestados no pueden diferenciar una publicidad de una noticia.
Estamos a unas ocho décadas de distancia de aquella noche en la que Orson Wells convenció a miles de personas de que el planeta sufría una invasión extraterrestre y aún nos quedan cosas por aprender en el camino de desarrollar una verdadera alfabetización en medios. Seguimos creyendo en lo que escuchamos y vemos casi en la misma medida en que descreemos de todo. Pasamos del escepticismo total, poniendo en duda aún las fuentes que deberían ser confiables, a dar crédito casi sin filtro a lo que recibimos en un grupo de WhatsApp. Más aún, cuando se trata de redes, el pulgar quema: reproducimos todo sin mediar el tiempo necesario para poner en acción el pensamiento, aunque más no sea el sentido común.
Los ingredientes del sensacionalismo están presentes no solo en el periodismo sino también en la vida del público en general: la transgresión a las normas, el revelar intimidades, incluso tintes de morbosidad. Todo esto vuelve a un blog, post o mensaje de chat apetecibles, rankea con muchos like, y así se reproduce viralmente pasando de ser mera opinión a verdad absoluta en pocos clicks.
El fenómeno del teléfono descompuesto sumado al atractivo del chisme (dicen que information is power) no es nuevo, solo que las redes sociales le adosan a este formato amarillista un elemento vil que lo potencia, la imposibilidad de verificar lo que se dice y se muestra por la velocidad de la comunicación.
Esta reproducción que generan las redes intoxica y nos vuelve poco a poco más incrédulos de todo.
La fragilidad de quienes quedan atrapados es enorme. ¿Cómo contrarrestar esta oleada de falsas realidades y aún seguir disfrutando del mejor momento de la historia en términos de democratización del acceso a la información?
Vuelvo al rol del educador y con esto a la responsabilidad de enseñar la diferencia entre lo público, lo privado y lo íntimo. Son tres dimensiones de la persona que pueden resignificarse en la cultura posmoderna, pero necesariamente deben estar identificadas para no dejar que la redes o los comentarios del blog sean sustitutos del intercambio personal, cara a cara, o lo que debemos resguardar en nuestro interior.
Elegir el registro correcto para comunicarnos, no tentarnos con lenguaje inapropiado y chabacano, o desafiar con actitud adolescente con imágenes morbosas o relatos suculentos. Llegar a un link con esta propuesta o recibir un mensaje de este tipo debería ponernos al menos en alerta sobre la calidad de lo que leemos, y cómo invertimos nuestro tiempo.
Cuidado con los sponsors ocultos en los mensajes: y no me refiero solo al marketing encubierto, sino más bien a las intenciones mezquinas de quien hace circular la información. Preguntarnos: ¿por qué?, ¿para qué? Los tres filtros de Sócrates pueden ayudar a medir nuestras expresiones.
Si algo nos dejó esa noche en que Orson Wells puso a tantos en vela es alertarnos sobre el poder de los medios y la necesidad de ser más críticos de lo que recibimos. Sepamos y ayudemos a los más chicos a distinguir entre actualidad y sensacionalismo, pronto los mensajes vendrán en formato de Realidad Virtual, todo se complejiza para que Segismundo no viva en ensueños. No seamos parte de una “joda” que alimenta un meme gracioso, porque detrás de un RT no solo perdemos nuestra moralidad sino que también dejamos un tendal.
Estamos perdiendo mucho más de lo que imaginamos. Hoy, el tiempo es algo que deseamos y anhelamos recuperar, paradójicamente nos ingeniamos para ocuparnos cada vez más consumiendo información chatarra, y así sentimos la velocidad del reloj comiendo minutos de nuestra existencia real. Les propongo como ejercicio pensar dos veces antes de hacer click en “Enviar”. Cuántos minutos de nuestra vida perdemos con chistes superficiales, comentarios agresivos, opiniones infundadas, generando esa oleada de información inútil.
¿Sensacionalismo o realidad? Somos prosumidores de información, podemos pensarlo y mejorar nuestra posición desde ambos roles. Y de paso, vamos a recuperar algo de nuestro tiempo. Como decía María Elena Walsh: `Quiero tiempo, pero tiempo no apurado/ tiempo de jugar que es el mejor./ Por favor, me lo da suelto y no enjaulado/ adentro de un despertador.´ No estaría nada mal, ¿no?»
Por Andrea Pelliccia, BDS Primary Headmistress.
3 comentarios
Excelente reflexión. Más allá del mal uso también podríamos pensar si es comunicación o “sensación” de comunicación lo que estamos viviendo. Porque trasladamos la brevedad de los avisos incluso a la comunicación diaria. Relaciones cara a cara de pocas palabras. ¡El refrán de lo bueno si breve, dos veces bueno, habrá que redimensionarlo en estos tiempos!
¡Excelente!
Me parece patétcio publicar fotos de personas en diferentes actitudes, sin epígrafe ni remitente, que varios años despues de captado el evento siguen circulando como recientes…
Muy bueno Andy! Definitivamente la alfabetizacion mediatica es indispensable para desarrollar el pensamiento crítico y analitico que es fundamental para no ser engañados o meros consumidores de información basura. Nuestro rol creo que debe ser de guias para que los chicos no naufragen en este mar de confusión y que sean ellos capaces de producir sus propios mensajes y elaboren sus propias ideas con contenido, un proposito definido váliendose de fuentes genuinas como sustento.