The Wall
En «La utopía del aislamiento», publicado en el suplemento Enfoques de La Nación el pasado domingo 18, Bartolomé De Vedia retoma el tema de un memorable artículo escrito por Borges en 1950. Allí el gran escritor rememoraba al emperador chino Shi Wang Ti, quien ordenó la construcción de la gran muralla y también la quema de todos los libros anteriores a su acceso al poder, pretendiendo de ese modo hacer de sí mismo el principio (y probablemente el fin) de la historia.
De Vedia vincula esas dos barreras — la que aísla físicamente y la que pretendía abolir la historia, es decir, aislar temporalmente a toda una cultura eliminando los libros, que son su memoria- con una nueva instancia de aislamiento, dispuesta por el actual gobierno del gigante asiático. Por motivos políticos e ideológicos — cuando no- Pekín se ha empeñado en censurar el acceso de los millones de internautas chinos a los principales buscadores internacionales. Pero el avance de la tecnología es irrefrenable, como lo es el de la historia misma, mal que le pesara al tal Shi Wang Ti.
Las cercas, las paredes, las murallas deberían protegernos, no aplastarnos. Y es aquí donde cabe una breve reflexión en torno de la educación. La escuela es, de algún modo, el bastión en el que se refugian los valores propios de la «modernidad perdida» (la fe y la confianza en el porvenir y en el hombre mismo, la racionalidad, la búsqueda de la verdad y del bien universalmente válidos), ante la fragmentación, el nihilismo y el «vale todo» de la posmodernidad «light». La Rectora del BDS, Lic. Silvia Thomas, se refiere al tema con elocuencia en su artículo de The Evergreen 2005, nuestro anuario institucional.
Pero no podemos correr el riesgo de hacer de ese bastión una muralla que aísle a la misma escuela de la realidad y el mundo al que está llamada a servir, escenario de la vida de las generaciones en formación. El sistema de educación tutelar fue el producto de un paradigma social que ha cambiado de manera profunda y probablemente definitiva. Por eso es fundamental y urgente que la escuela logre re-pensarse y re-fundarse. Que hinque sus raíces en las tradiciones (la memoria), pero sepa embarcarse también en la aventura de la innovación y la experimentación, atravesando justamente las murallas con un uso adecuado, creciente e interdisciplinario de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Dicho de otro modo, que pueda tomar lo mejor de la posmodernidad para ponerlo al servicio de los valores a los que no puede ni debe renunciar.
Hoy las bibliotecas ya no son lo que eran. Más que depósitos de libros, son llaves de acceso a grandes bases de datos y proveedoras de servicios. El aula es cada vez más «aula virtual». Pero atención, aquí también la moneda (o la muralla) tiene su anverso y su reverso. Porque la tecnología, como la información y la misma ciencia, se vacía de sentido sin el factor humano, cuando el hombre juega a ser Dios o cuando se aísla o se extravía. Y puede esclavizar — como de hecho, también ocurre. We don’t need no education / We don’t need no thoughts control… A usted, ¿a qué le suena?