La diversidad como alimento para el cerebro humano
La nota de la periodista Nora Bär publicada ayer en La Nación, sobre la base de un diálogo mantenido con Marsel Mesulam — un pionero en el estudio de la mente- parece brindar nuevos avales científicos a postulados sobre los que se viene trabajando, desde hace tiempo, en el campo de la educación de niños y jóvenes.
Es verdad que las neurociencias aún están “en pañales” y que el cerebro — la estrella favorita en su constelación de intereses- continúa siendo, en buena medida, una incógnita. Pero algunos de los temas sobre los que se detiene Mesulam se ven claramente reflejados en la arena pedagógica de hoy, al menos cuando de instituciones innovadoras y pujantes se trata.
Así, las referencias del entrevistado a la relación entre herencia y experiencia a la hora de aprender, su valoración del lenguaje como el “puente entre lo anatómico y lo simbólico” y sus afirmaciones acerca de la variedad y la diversidad como fuente nutricia para el cerebro humano (en contraposición a “más de lo mismo”), bien pueden alinearse con teorías como la de las inteligencias múltiples y con proyectos educativos que hacen de la diversidad de oportunidades su sello distintivo, como es el caso del BDS.
“El secreto del cerebro humano es la búsqueda de la diversidad. Sentimos una urgencia intrínseca de buscar lo novedoso. Si uno toma una neurona y le muestra lo mismo dos veces, inmediatamente decrece su actividad. Se aburre. Lo peor para el cerebro humano es el aburrimiento” -dice el experto.
Por otro lado, sus aseveraciones acerca del valor único del lenguaje humano nos remiten a un artículo anterior, publicado en esta misma sección de lecturas recomendadas y opinión. En él nos referíamos a los riesgos del empobrecimiento lingüístico, que deberíamos evaluar, entonces, como un potencial empobrecimiento cognitivo de índole más general.
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