Educación sexual, ¿de qué estamos hablando?

Hace unos días la legislatura porteña sancionó, por unanimidad, la ley que dispone que a partir de marzo de 2007 las escuelas públicas y privadas de la ciudad deberán incluir en sus programas determinados contenidos mínimos de educación sexual.

Tal como destacara un editorial de La Nación, por fortuna primó el criterio de que las instituciones mantengan su autonomía en cuanto a los valores y el marco ético con que encuadrar su abordaje. Este debe ser conocido de antemano por las familias — como un aspecto más dentro del ideario institucional- de manera tal que exista la mayor consistencia posible entre lo que transmite la escuela y la postura de la familia, responsable principalísima de la educación de los niños y los jóvenes.

Nuestro colegio, aunque laico, tiene una línea de pensamiento y acción que proviene de su tradicional orientación religiosa: se trata de la fe católica, con todo lo que esto implica de apertura y de diálogo hacia los distintos credos y culturas, reflejo de la enseñanza magisterial del Concilio Vaticano II. Si bien en nuestra comunidad hay una mayoría de familias católicas, las hay más y menos «practicantes». Hay también representantes de varios otros credos, familias «mixtas» y otras agnósticas.

Las unen, sin embargo, determinadas aspiraciones claramente explicitadas en nuestro proyecto institucional: la educación integral que preconiza el Belgrano Day School habla del valor intrínseco de la persona y de una saludable armonía psicofísica y espiritual. Y habla de la honestidad, la responsabilidad, el respeto y la tolerancia, como valores insoslayables para el desarrollo individual y la convivencia social. En un mundo tan deshumanizado, es casi una paradoja hablar de educación si no se educa para el amor, en el más pleno y comprometido de los sentidos.

Más allá de que el BDS aborda desde hace mucho tiempo esta temática, podríamos partir de la base de que la educación «es sexual» porque los seres humanos somos sexuados: aprendemos — y enseñamos- como hombres y mujeres capaces de relacionarse y establecer vínculos. Finalmente, son justamente los vínculos los que «educan» y marcan una dirección, más con las acciones y las actitudes que con las palabras. La educación sexual así entendida se transversaliza: no es patrimonio de la clase de Biología, la de Cívica o la de Formación. No es un «cuco» ni un tabú, pero tampoco es un falso ídolo acaparador de todo tipo de miradas, parcializaciones, reduccionismos o sobredimensionamientos.

Nuestro colegio cree y trabaja en pos de la cultura del esfuerzo y la disciplina, entendida como un orden interno y externo, ético y estético, que brinda un marco de serena alegría, donde es más fácil que acontezca el maravilloso y siempre creativo acto de la enseñanza y el aprendizaje. Esfuerzo, disciplina y creatividad tampoco son ajenos a la «tarea» que implica amar: amar a Dios, sea como sea que se lo entienda, amarse genuinamente a uno mismo y amar al otro, a los otros.

Por otra parte, tampoco se puede separar la temática de la sexualidad humana de un amplio abanico de cuestiones sociales, que van de la violencia y el abuso a las adicciones y el escapismo facilista. Parecería que todo lo que sucede en el ámbito de las relaciones humanas tiene que ver de algún modo con el amor. O con su falta. ¡Es que de esa materia estamos hechos! Bienvenida sea entonces la educación sexual, entendida como educación para el amor y — como diría la recordada Eladia Blázquez- para honrar la vida.

1 comentario

  • Agradezco la aclaración por ustedes referida el martes 24 de octubre sobre Educación Sexual.Como profesora de Biología pero más aún como madre de una alumna del colegio y Católica comparto el enfoque a tratar sobre la educación sexual en el colegio. Creo que vivimos tiempos en que no se puede cerrar los ojos a una problemática tan implícita, pero tambien es necesario afrontarla con responsabilidad. Como docente y madre elogio y me enorgullece tal postura.Daniela Rojo de Lernoud.

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