¿Hasta qué edad se festeja el Día del Niño?
Días especiales
El lunes 4 de agosto comienzan de nuevo las clases en el BDS y el domingo 10 se celebrará, en todo el país, el Día del Niño. Dejando de lado el sesgo comercial del tema, nos ha sido grato compartir — como en años anteriores- las iniciativas y campañas desarrolladas en nuestra comunidad educativa en favor de quienes menos tienen, para que la mayor cantidad de chicos posible pueda festejar ese día con sonrisa de hoy estreno juguete.
La cuestión a abordar es otra, en este caso. Nos preguntamos: ¿Cuándo se deja de ser niño? ¿Cuándo cabe fijar y fijarse un límite, y hacerle saber de algún modo a ese púber, adolescente o joven que es nuestro hijo o hija (a quien invariablemente seguimos viendo chico/a) que en realidad ha crecido y no corresponde ni sería adecuado ya seguir haciéndole el consabido regalito?
Padres débiles, hijos ídem
El artículo de opinión de Sergio Sinay publicado en La Nación el pasado 22 de julio, «Los hijos del pensamiento débil», tal vez pueda darnos alguna pista para pensar el tema. En principio, nos alerta acerca de los riesgos de abdicar del papel de padres, para posicionarnos como «amigotes incondicionales» de nuestros hijos.
Eso es justamente lo que hacen quienes les exigen poco a sus hijos y los defienden siempre, en lugar de enseñarles a asumir las consecuencias de sus actos. Así, por ejemplo, protestan ante docentes e instituciones por lo que «le hicieron a mi nene», justificando cada falta. Es también lo que hacen los que confunden amor con dinero, cuidado con cosas y confianza con falta de límites.
Los actos de vandalismo escolar de los que da cuenta el citado artículo ilustran de manera extrema ese modelo. Pregunta: usted, ¿le haría regalo del Día del Niño a un chico de 13 ó 15 años que ataca verbal o físicamente a semejantes o a adultos, que fotografía y sube imágenes violentas u obscenas en Internet, o que asocia sistemáticamente diversión con alcohol, desinhibición y descontrol?
¿Dónde está el maestro…?
Aún dejando de lado esos extremos, pero siguiendo con casos tomados del mismo artículo, ¿deberían recibir regalo los estudiantes que se arrogan el «derecho» a cogobernar el Colegio Nacional de Buenos Aires? Porque si ya son tan grandes como para eso… ¿O siguen siendo niños?
Y los aplazados de Mendoza, a los que sin embargo las autoridades les dibujaron una nota menos amenazadora «para no desmotivarlos», ¿se sentirían más motivados si se los siguiera premiando sin merecimiento alguno, el próximo domingo 10, tratándolos no solo como niños sino como soberanos incapaces?
Aún si no miramos la cuestión bajo un prisma de «premios y castigos», sucede que, de todos modos y de manera natural, en un momento dado llega la hora de dejar de lado ese festejo en casa. Simplemente, por crecimiento. Como pasa con la última vez en que les hacemos upa a nuestros chicos, o los subimos a una calesita, muchas veces los padres no somos conscientes de que se trata de «la última vez», es decir del último Día del Niño de ese chico o esa chica que, gracias a Dios, se está volviendo grande.
Soltar para vivir
Sin embargo, ¡cuántas nuevas maravillas habilita el aceptar la última vez de cada cosa de la vida! Aprender a abrir la mano como cuando somos chicos, justamente, para que el globo se eleve y vuele. Soltar también a los hijos. Atrevernos nosotros mismos, los adultos, a seguir creciendo. A madurar y, eventualmente, a envejecer en plenitud, que al fin y al cabo vaya si es ese también un derecho bien humano, mal que les pese a los cultores de ambos lados del negocio de la lipo, el botox y otras yerbas antioxidantes.
Cuando por presiones, moda, comodidad o situaciones infantiles no resueltas los padres y los educadores no ejercemos nuestra función como adultos ante nuestros hijos — que necesariamente deben enfrentarnos, como se hace con los espejos, para poder conocerse y progresar- nos estamos plegando a un peligroso «peter-panismo«, que deja indefensa a la sociedad en su conjunto.
Simetría peligrosa
Paradójicamente, la falsa simetría intergeneracional les roba a los más chicos uno de los mejores aspectos de la infancia, que es el de querer crecer, ni más ni menos. Soñar con ser grandes para poder tomar decisiones, cumplir proyectos y cambiar el mundo. Por cierto, nadie nos dará un regalo el domingo si nosotros, los adultos, nos comportamos como niños. Que eso hacemos cuando jugamos a ser sus pares, o nos aferramos en exceso a su niñez.
Para que el Día del Niño verdaderamente lo sea, ayudemos a los chicos a ser chicos… y a crecer paso a paso, ¡aunque sea incómodo!, a medida que va llegando la hora. Y, como decimos siempre, que la tarea empiece por mí.
En este espíritu, les deseamos a todos un feliz retorno a clases.
2 comentarios
Está bueno que hagan esto porque los niños pueden leer con sus computadoras o en las grandes .
Felicitaciones ..
sigan asi
Maria clara velazquez gonnet
No sirve para nada!!!
Yo quería saber hasta que edad!